Cada cesta uma surpresa.
Kairos, Aión y Cronos: dioses de la gestión y el liderazgo
por Eugenio
Moliní
Los antiguos griegos tenían tres
dioses del tiempo: Cronos, Aión y Kairos.
Cronos es
el dios, representado como un hombre maduro, que devora todo y
todos, incluidos sus hijos, para mantener su poder. Es el dios del
tiempo secuencial, cronológico que pasa inevitablemente. Es el
tiempo ”tic-tac” que irreversible y linearmente nos lleva hacia
nuestro futuro. Es el dios al que recurrimos cuando ponemos
objetivos, hacemos planes de acción y los implementamos. Cuando actuamos bajo
los auspicios de Cronos, las acciones psadas se vuelven obsoletas al alcanzar
el objetivo. Entonces Cronos nos exige que pongamos nuevos objetivos,
indiferente a si estamos satisfechos con lo alcanzado o no. Mientras
tanto, él ”tic, tac, tic, tac, tic, tac, tic”, mide cómo los
mortales nos acercamos a la muerte, afanándanos para tener éxito y para
controlar los acontecimientos, nuestra vida y las de los demás.
Aión
es dios de la eternidad al que no le hace falta devorar nada
para ser eterno. Es a la vez niño y anciano. Es el dios generoso y
satisfecho que tiene sentido en sí mismo. Es el dios que no contempla los
objetivos ni los planes sino que nos invita a la acción que tenga sentido
en sí misma. Es el dios que invocaba Machado al escribir “caminante no hay
camino, se hace camino al andar” y también Ghandi al decirnos “sé el cambio que
quieres para el mundo”. Cuando actuamos bajo los auspicios de Aión, estamos
satisfechos con el camino que recorremos porque el objetivo es recorrerlo
y cada paso tiene sentido. Es el dios que nos habla a través de nuestra
vocación, de la voz interior que nos dice lo que tiene sentido y lo que no.
Kairos
es un joven con un mechón de cabello muy largo en la
frente pero completamente calvo por detrás. Es el dios caprichoso de la
oportunidad que pasa rápidamente, al que sólo se le puede coger por
el mechón según viene. Cuando acaba de pasar no se le puede agarrar porque
está calvo. Es momento adecuado que, si pillamos, puede cambiar nuestro
destino. Es el momento imprevisto “aquí y ahora” en el que la acción adecuada
nos llevará en un satiamén a aquel futuro que deseamos.
Kairos ni exige nada ni espera nada de
nosotros. Kairos simplemente pasa por nuestro lado y se va. Engañados por Cronos,
perseguimos a Kairos intentando atraparle. Y así no le pillamos nunca. Cronos
se encarga muy bien de que no nos demos cuenta de que la única forma de atrapar
a Kairos es la observación silenciosa y desapasionada de nuestro entorno.
Sólo así veremos a Kairos aparecer y podremos atraparle.
Cronos también nos engaña para que
no oigamos a voz de Aión. Cronos nos exige continuamente nuevos objetivos,
impulsándonos a la acción. En el torbellino de la acción es imposible
crear el espacio de silencio y quietud necesario para oir a Aión hablándonos
insistentemente con la voz interior de nuestra vocación.
Invocando a Aión podremos encontrar el
silencio necesario para escuchar nuestra vocación y darle así sentido a
nuestras acciones en sí mismas y en el momento presente, no sólo en base a los
objetivos futuros. Invocando a Kairos podremos vaciarnos de nuestras
ideas preconcebidas sobre lo que los acontecimientos significan, y podremos
abrirnos a momento fugaz en el que la oportunidad inesperada se abre.
Aunque en esta descripción que he
hecho arriba parece que Cronos es el malo de la película, no es
así. Cronos es un dios peligroso si se le deja sólo ya que nos impulsa a
actuar libres de todo miramiento con tal de alcanzar los objetivos
marcados. Si invocamos a los otros dos, Cronos se convierte e un dios
productivo y benigno.